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Amarillo Pasión o de cómo llegar a China desde Balmaseda

 

Roque San Severino

La mejor prueba de la globalización de las costumbres fue la reciente apertura de un restaurante chino en Balmaseda, villa de tradicional gastronomía vascongada, erigida sobre los fundamentos de las legumbres y  el puerco, todo ello sublimado en esa obra de arte que es la ferroviaria puchera, que también ha terminado por sucumbir ante el implacable asedio del rollito de primavera y la ternera con bambú. Hasta el valle del Cadagua, hasta el corazón y epicentro de ese microcosmos que son las Encartaciones ha llegado la cultura china, en este caso, a horcajadas sobre la gastronomía.

Pero, por mucho que hayamos aprendido a comer con palillos, cada vez que nos enfrentamos a la verdadera cultura china, no aquella conveniente y sabiamente depurada para su masivo consumo occidental, no quedamos huérfanos de sorpresa; aún nos resulta lejana, exótica y, por ende, fascinante. La serenidad inmutable del milenario canon artístico chino choca con esa fascinación por lo novedoso y por la ruptura con el pasado que caracteriza al canon europeo. El rigor por las formas sorprende y descoloca en nuestro imperio del contenido.

Por este mismo motivo, los que sí sentimos la plena extensión del choque cultural nos quedamos aún más patidifusos cuando encontramos a uno de los nuestros que ha sabido hacer el camino de ida y de vuelta, transportándose a la cultura china, transmutándose para comprenderla y digerirla, y, por último, destilarla para nuestra asimilación. Ésta es, precisamente, la hazaña del libro José Luis García Tapia, Amarillo Pasión, que se encarna en una colección de referencias que responde a dos sorprendentes coordenadas. En primer lugar, la variedad: existen entradas para los asuntos más diversos relativos a China y su cultura, desde la cerámica “bleu de Chine” hasta la ayuda militar norteamericana al régimen de Chiang Kai Chek, desde las diversas teorías acerca del origen del “chow mein”, hasta detalles acerca de las minorías musulmanas chinas. La segunda coordenada es la profundidad, pues estas referencias desbordan el simple dato puntual y telegráfico para desarrollar y exponer un conocimiento suficiente y, sobre todo, instigador, incentivador de la curiosidad, de manera que la lectura de una de estas referencias nos invita a leer la siguiente.

De esta manera, “Amarillo Pasión” es mucho más que una simple obra de referencia para erigirse como una obra de auténtico entretenimiento y satisfacción de las más elementales ansias de aprender. Con el libro en la mano, me vino a la mente lo que una vez me dijo Da. Laurita, la solterona que vivía rodeada de gatos en la Plaza de los Fueros, que encontraba consuelo en el Kempis abriendo sus páginas al azar y leyendo su contenido. En el caso de “Amarillo Pasión”, no es tanto consuelo como alivio de la humana necesidad de saber más.

Pero no sería justo, en este caso, limitarnos a una reseña literaria. Fiel a su, más que asimilación,  mimetización con la cultura china, José Luis García Tapia entrega, en “Amarillo Pasión”,  contenido dentro un esmerado continente. La edición del libro es más que primorosa para lindar con lo estrictamente artístico, imponiendo al lector la idea, también tan asiática, de que es poseedor de algo individualizado, personalizado, elaborado, con carácter exclusivo,

Dar tumbos por el mundo sin rumbo definido ni criterio, aunque sacrificado, es bastante fácil. Por el contrario, verse infectado por la curiosidad cultural y, en consecuencia, impelido por una necesidad de orientar su vida hacia la sistemática acumulación de conocimientos y experiencias relativas a China, impone tesón, vocación, trabajo e ilusión. Estos son los valores que transmite esta obra de García Tapia y que se condensan en el admitidamente, por fácil y evidente, impropio quiasmo o retruécano por el que, con “Amarillo Pasión”, el autor demuestra y, lo que es más difícil y determinante, transmite su pasión por lo amarillo.